Todo cambia, todo. Aunque no nos demos cuenta, las cosas están en constante cambio y tal vez no vemos más allá y no vemos más que monotonía rebosando de las situaciones y de las personas.
Ees verdad que, cuanto más tiempo pasa, más nos damos cuenta de ese cambio, pero para llegar a ese punto, ha habido un camino de frustraciones y de vacíos que parecían incontrolables e infinitos.
Tendemos a obviar. No somos capaces de cambiar nosotros, pero pedimos que los demás cambien. Hay una cosa muy cierta y es que para que las cosas cambien, primero tienes que cambiar tú...o al menos tu punto de vista.
Para mí, lo mejor es cambiar mi forma de ver las cosas. Me ahorra tiempo en tener que cambiar cómo soy yo y soy capaz de conseguir el mismo objetivo: que las cosas cambien.
El egoísmo nunca ha sido bueno, pero la falsedad y la hipocresía son peores. Juegas con sentimientos que piensas que están al alcance de tu mano, pero en realidad ni tan siquiera están al de esa persona. Envenenas con palabras cubiertas de ilusiones y promesas. Haces trasnochar con pasiones que sólo te autosatisfacen y te sientes bien...o no.
Intentas encontrarte a ti mismo en un mar de acciones que sólo son capaces de chocar contra las rocas y romperse. Buscas un por qué y sólo encuentras más preguntas en las personas que te rodean. Hasta que un día das con algún ser extraño, a primera vista, que frena tus idioteces y es capaz de darte soluciones y respuestas sin pedirte nada a cambio.
Entonces cambias, y sólo ahí te das cuenta de que no basta con cambiar tu punto de vista, sino, más bien, debes chocar una y otra vez contra la pared hasta abrirte en dos y dejar salir algo bueno, algo que no sea egoísmo.