A lo largo de mi corta vida he escuchado, igual que todos, la mítica frase "nunca digas nunca", así que empezaré con su antónimo:

Siempre he pensado que las despedidas no son más que palabras que se evaporan en lo que dura un buchito de vino. Siempre he pensado que la frase "las despedidas son amargas" era una mera exageración de un mal momento -como siempre se exageran los malos momentos-, pero no, las despedidas son amargas porque hay buchitos de vinos amargos, no todos son dulces. Es ahora cuando me doy cuenta de que las despedidas no son sólo palabras, tal vez para según qué personas sí y puede que también dependa de la persona de la que nos despidamos, es cierto. Imagino que en nuestro cerebro se dan diversas y complejas reacciones químicas cuando nos encontramos en esas situaciones y posiblemente su efecto sea más fuerte si la persona -o las personas- de la que nos despedimos es realmente importante para nosotros. ¡¿Cómo puede provocarnos semejantes reacciones una simple persona?! No lo entiendo. Aunque es normal, el corazón tiene razones que la razón no entiende o desconoce. 





Te voy a echar muchísimo de menos estos días, como siempre que no estás a mi lado. Ya cuento los días que nos separan y espero que pasen rápido, igual que pasan los días contigo. Te amo.