Esa era nuestra inocencia
Tenía su cabeza apoyada en mis piernas, no me lo podía creer. Le miraba y sentía que él, aunque con los ojos cerrados, también lo hacía. No pude contenerme y le acaricié el pelo, ese pelo que me volvía loca y que parecía seda pura. Bajé por su frente, recorriendo su nariz y descansando en sus labios donde noté un leve beso en mi dedo. Se me erizó el pelo y sentí un cosquilleo bajarme por la espalda. Sentía su respiración en mi mano y el corazón retumbando en su pecho-- Imagínate que estamos en una casita de madera, en un árbol, en una isla de aguas cristalinas y que sopla una suave brisa que acaricia tu cara y desmelena tu pelo --le susurré, noté como se estremecía y le besé.
